NUNCA SE DEJA DE SER NIÑO
Echemos mano de la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud para explicarlo
Si recurrimos a las tres instancias que conforman nuestra personalidad: superyó, ego y ello, podríamos esclarecerlo así:
En el superyó Freud ubicó las normas, las reglas, los códigos morales y éticos que ayudan al individuo a adaptarse a la vida social. Son los padres; más quienes cuidan al niño y profesores los que dan el material para la construcción de esta estructura. La función principal del superyó es la auto-observación y la conciencia moral. Esto es de la flexibilidad o dureza con que se manejen ellos al respecto es como nos van a moldear.
Ello o id, contiene nuestros deseos, la zona obscura que desconocemos de nosotros mismos, los impulsos instintivos, y lo más primitivo. Es lo que negamos, maquillados, disfrazados pero que cuando nos sentimos amenazados sale a la superficie sin que lo podamos evitar. Aquí radica también todos los mecanismos para auto-protegernos: El miedo, el enojo, la violencia, actuar por impulso, vengarse entre muchos otros.
El yo o ego es nuestra mente consciente, racional que nos conecta con la realidad, nos trata de evitar sufrimiento, nos avisa de todo lo que acontece en el mundo exterior y trata de regular entre el superyó y el ello.
Esta parte se activa cuando buscamos sentirnos equilibrados, en armonía y usamos un sinfín de estrategias para lograrlo como son los mecanismos de defensa.
el ego seria ese territorio que está a los mandos de la mente, el que gestiona el ordenador que es nuestro cerebro y le ayuda a computar los datos para obtener respuestas del exterior pero obedeciendo las instrucciones de nuestro yo interior.
Cuando vamos en contra de lo establecido, de las reglas, de los buenos modales hacemos travesuras, nos cobramos viejas deudas, rechazamos la cordura y romperemos una dieta, estamos dejando de lado ser bien portados es que mi parte infantil la que domina el escenario, y mi conciencia o superyó será quien entra en conflicto. Aunque a veces desarrollamos a niños juguetones, inocentes y nobles, en el otro extremo están los niños contaminados, suspicaces, muy dañados que nos hacen ver nuestra suerte y nos meten en verdaderos conflictos. Pudiera ser que mi niño interior sea rencoroso, vengativo, morboso que actué con maldad, entonces me proyecto como una persona que hace berrinche, problemática, poco razonable y egoísta.
Cuando controla nuestra parte adulta nos permitimos ser: realistas, razonables, sensatos, objetivos, cuidadosos de las reglas, atentos con los demás, sin perder de vista nuestros objetivos. El adulto que se ha desarrollado sanamente, sabe adónde va, sabe lo que quiere, lo que merece, no depende de la opinión de otros, conoce sus límites, puede ser cordial, amoroso, decidido, defiende sus convicciones, valores, y propósitos en la vida.
Cuando defendemos idealismos, sentido de pertenencia, bienestar común, valores universales como son la paz, el amor, la solidaridad, estamos en nuestro superyó. Y es la que más se resiente cuando somos egoístas, impulsivos, inmaduros, agresivos, o no medimos las consecuencias de lo que hacemos.
Por ejemplo una madre que le hace demandas exageradas a sus hijos, para que la cuiden, se hagan cargo de ella, le resuelvan todos sus problemas, no está actuando como adulta tal vez tiene necesidades infantiles que resolver y por ello se comporta así.. O un padre demasiado severo que no permite salir a sus hijos, no da permisos, castiga con demasiada frecuencia y de manera exagerada es probable que prevalezca un superyó gruñón que le compensa por la infancia inflexible que vivió.
Se cree que es muy saludable reconocer e integrar a nuestro niño interior, se dice que esa parte nos salva pues nos pone en contacto con nuestra inocencia, alegría, creatividad, imaginación y aventura. Por supuesto que es muy bueno pero que sucede cuando nuestros niños están muy dañados? Sin duda es un recurso esencial trabajar en psicoterapia la sanación de dicho niño restaurándolo quizá en concordancia con los aspectos infantiles de los padres que actuaron tóxicamente con él. Demasiados bloqueos se originan en sucesos traumáticos que se presentaron durante la infancia y que los padres no tuvieron la posibilidad de responder desde su parte adulta, sino desde su parte infantil demasiadas veces castrada o mutilada.
Criar hijos saludables, efectivos para tomar sus propias decisiones, habilitados en valores, buenos hábitos, requiere de mucha salud emocional por la forma que nos relacionamos con ellos, es preciso que lo hagamos desde nuestro adulto; un adulto sabio que puede guiar con amor, con paciencia, con ejemplos. Pues si de forma constante con mis hijos hago teatro, chantaje, culpabilidad y persigo además de amenazar con dejarlos de querer si no hacen: lo que yo digo, como yo digo, a la hora que digo, entonces les estoy haciendo un enorme daño, No estoy brindando recursos para hacer aflorar en ellos la parte madura y sana que llevan dentro. Además del hacerlos sentir insuficientes y no merecedores de cariño, estoy creando seres neuróticos. Si por el contrario: no estoy dispuesta a supervisar que hacen?, adonde van? Con quién están? los dejo que hagan lo que quieran, nunca me intereso por sus proyectos, sus planes, sus dificultades, ni tampoco les propongo trabajar sus limitaciones, o me río, y así le anulo importancia a sus errores, tampoco estoy ayudando a gestionar en ellos esa parte sana, amorosa, responsable de sí mismos.