YA CUMPLE 40 MI NENE
Es frecuente escuchar decir a algunas mujeres; «mi hijo será un gran profesionista», «él si va a lograr ser alguien», «no un pelagatos», «él no va a sufrir las miserias que yo pase», «yo quiero que haya un doctor en la familia y ese va ser mi hijo».
Y al referirse a su relación afectiva con el niño suelen llamarle mi rey, papá, mi razón de vivir, el dueño de mi corazón, mi príncipe azul, mi gran amor, mi bebé, la luz de mis ojos y muchos otros más.
Este fenómeno es observable en mujeres jefes de familia, en parejas separadas, en núcleos familiares donde el padre es periférico, en parejas que necesitan un tercero para arrinconarse uno a otro, así también donde prevalece un clima de hostilidad, y de insatisfacción.
Son personas con profundas carencias afectivas que ven en el hijo a su salvador, depositando en el la responsabilidad de compensarles dichas carencias. Quizá aun sin haber nacido este nuevo ser ya empieza a cargar con las demandas, con las expectativas, con frustraciones, con idealizaciones que la madre le va ir adjudicando.
Mamá se dedicara en cuerpo y alma a mimarlo y sobre-protegerlo. Es frecuente que este pequeño comparta la habitación y la cama con mamá hasta muy entradito en años.
No es de extrañar que un hijo con este tipo de madre difícilmente logrará tener una vida propia más bien estará para complacer, para halagar, para hacer feliz, para llenarle todos los vacíos y necesidades a su madre. De forma inconsciente se establece un contrato entre madre e hijo para que así vivan sus vidas sin poder el hijo reclamar ni rebelarse contra el ser que le dio la vida.
Cuando se hacen adultos no nos sorprende que este tipo de hijos permanezcan en la casa de mamá o con ambos padres y peor aún que sigan dependiendo económicamente y emocionalmente de ellos.
Así también que tengan muchas dificultades para entablar relaciones de pareja, o para permanecer con ellas por tiempos prolongados y sin querer adquirir cualquier tipo de responsabilidad.
Si mamá no tiene pareja también será una calamidad que logre algo para ella, Su energía no está disponible para ser mirada por los hombres que la rodean, quizá lo intente muchas veces y siempre se estará auto-saboteando. Pues la pareja de mamá es su hijo, la pareja del hijo es mamá simbólicamente hablando, hay de por medio un contrato grabado en el subconsciente que sigue vigente.
El fenómeno a observar aquí en este tipo de problemáticas es que las energías están mal distribuidas y los lugares que se ocupan no son los que corresponden, hay una mala alineación. El bebé de mamá dejó de serlo hace muchos años y no se cortó el cordón umbilical.
No hay malas intenciones, no se hace para perjudicar al hijo, es el desconocimiento del cómo instalamos creencias, de cómo movemos nuestras energías, porque la palabra es una energía. Porque de tanto repetirle al niño algunas frases como las arriba mencionadas estas terminan convirtiéndose en verdades absolutas que rigen su vida.
Tomar al hijo como lo que es, devolverle su autonomía, renunciando a lealtades absurdas y ponernos cada uno en el lugar que nos corresponde es un trabajo de constelaciones familiares. Haber dado vida a nuestros hijos no nos da ningún derecho a coartarles la libertad de ser, de equivocarse, de tener metas distintas, sueños, ilusiones y vidas diferentes.
Es urgente que las mujeres encontremos nuestro sentido de vida en diferentes ámbitos y que nuestra autorrealización no esté emparentada exclusivamente con la maternidad.
Sumamente necesario hacer conciencia de estos contratos tácitos que forman parte de muchas familias en nuestra sociedad. Excelente tema!!
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Y no hay maldad, es parte de una forma de ser y pensar propia de nuestra cultura. Tomar conciencia para ir construyendo relaciones más sanas.
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Es un excelente comentario y toda una verdad que es muy útil en el ámbito social que vivimos
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Tener muy claro que nuestro deber como padres es formar seres autosuficientes e independientes
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