La masculinización de la ternura
Una mujer que se ha encontrado a sí misma no depende de sus roles, es más se celebra a sí misma por el solo hecho de existir.
“Actualmente, las mujeres vivimos un importante proceso de transición, de cambio; buscamos la libertad pero que nos cuiden; ser nosotras mismas pero apoyando nuestra identidad en algo externo; somos capaces de ser independientes pero deseamos que nos paguen las cuentas. A veces parece muy complicado vivir todo, como si convivieran dos seres en nuestro interior: uno que sigue los viejos patrones de fragilidad, dependencia, pasividad; otra que busca ser ella misma, decidir, desarrollarse, ser libre y poderosa. Creo que la convivencia de esas dos partes en cada una de nosotras es normal, porque venimos de un modelo de mujer pasiva, dependiente y sufriente, ese modelo de las películas de Libertad Lamarque y Marga López, donde la verdadera mujer era sacrificada y amaba más allá de sí misma. Estas ideas educaron a nuestras madres”(1)

Somos muchas las mujeres que fluctuamos entre la ternura y la impenetrabilidad, queremos ser auténticas pero no soltamos la armadura, somos muchas las que deseamos ser amadas, cuidadas protegidas pero sin perder nuestra libertad, dueñas de nuestras decisiones de una vida plena y magnifica. Somos todo y merecemos todo, aunque muchas veces no lo sabemos, y es por ello que reiteradamente pretendemos demostrar a los demás cuan valiosas e indispensables somos. Tenemos la imperiosa necesidad de ser confirmadas una y otra vez, y preguntamos a cada instante ¿De verdad me quieres?, porque? Queremos ser honestas pero hemos perdido práctica en la competencia inhumana de ser super-mujeres que todo lo saben, que todo resuelven, y si no lo inventan. ¡Cuánta masculinidad en nuestras actitudes!, ¡cuántos miedos imaginarios detrás de todas las caretas!, ¡cuánto miedo a no estar a la altura de las expectativas de ellos los hombres!, ¡cuánto miedo a perderlos o a perdernos en ellos!. .Hechizadas como hemos estado, en espera nada-más de que cosas malas nos hagan para luego defendernos, los vemos con malos ojos, no nos atrevemos a pedirles protección, contención, delicadeza porque desconfiamos de ellos. -Miento cuando les hago creer que nada necesito de ellos porque soy exitosa, un éxito que viene de afuera pero que internamente me deja vacía-.
Durante mi infancia tuve un modelo pobre de ser mujer, sacrificada y víctima, manipuladora y caprichosa una madre, abuela, tía que no se respetaban, que vivían renunciando a ellas, que nunca defendieron sus sueños, que se mimetizaron detrás del papel de madre, esposa, hija: -es el modelo que me atrapa muchas veces sin darme cuenta-.
Nuestras heridas no sanadas de la infancia nos siguen haciendo malas jugadas y se repiten desde nuestra inconciencia en la búsqueda incansable de aprobación, realizando acrobacias para que nos quieran aunque debamos pasar por encima de nuestras necesidades básicas, de nuestros goces y alegrías…-esas heridas deben ser atendidas y resueltas para expandirnos en libertad y confianza hacia lo que nos pertenece-.
“Las mujeres fuimos educadas para estar en pareja, para tener familia, para cuidar de otros sin importar que no tengamos vocación de mamás o para la vida familiar; incluso no todas tenemos vocación de pareja, -nos hemos sobre-adaptado al aceptar vivir este papel sin siquiera cuestionarlo-, no nos educaron para elegir entre varias posibilidades, sea trabajar, vivir solas, ser atletas, viajar, ser libres y construir nuestros sueños. De ahí que cuando una mujer decide otras alternativas sea tan criticada y rechazada por la propia familia y grupos sociales.

Nos traicionamos al poner en un hombre todos nuestros sueños y expectativas, de hacerlo el sol ante el cual giramos sin límites. Y claro, si ese hombre por alguna razón se va de nuestra vida, crea un hueco emocional y existencial devastador, nos deja sin aire, sin ganas de vivir, sin sueños…” (1)
No tenemos que imitar y mucho menos competir con los hombres para ser exitosas y felices, Podemos si queremos revisar los momentos en que nos volvemos mandonas y enojonas, controladoras , rígidas e intransigentes y darnos cuenta de que podemos prescindir de estas caretas, porque son poses que no permiten conectar con nuestro ser y aún peor con los demás, no las necesitamos para ser respetadas y tomadas en cuenta, podemos elegir lo que queremos pero expresando nuestra naturaleza femenina, que siempre nos conducirá a la unión, la espiritualidad, la armonía, la belleza, al amor, a educar y a sentir la vida. Ésa es la riqueza. Todas nuestras cualidades femeninas de empatía, armonía, integración complementadas con nuestras cualidades masculinas de racionalidad, estrategia, sentido individual, competencia, etcétera; éstas también son parte de nuestros recursos. Todos tenemos energía masculina y femenina que nos equilibra, pero si eres mujer, tu fuerza y tu don están en la expresión de la energía femenina apoyada por tu parte masculina.
( 1 ) Hambre de Hombre, Anamar Orihuela.Audiolibros youtube México 2021 .

La importancia de observarnos en las situaciones de lo que es y lo que desearíamos que fuera y aceptarlo es todo un reto.
Gracias Caro
Saludos
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