Fiona y el viaje interior

Treinta y uno de diciembre, ya faltaban pocos minutos para que sonasen las doce campanadas y Fiona iba llegando después de un intenso viaje por el norte del país. Abrió la puerta de casa, cerró los ojos, le dolían de tanto aguantarse las ganas de llorar, visualizo el fuego de la chimenea que con cuanta calidez la esperaba, ¡que acogedor resultaba entrar a esa habitación donde un mullido sillón le aguardaba!, se quitó los zapatos, movilizo sus dedos, estaba aterida de frio, froto las manos en el fuego, su cuerpo empezó a calentarse, y vinieron a su mente cada uno de los momentos felices de su vida, de los cuatro años en adelante, había una mesa, una hoja de papel, una foto, Fiona miró la de la foto -era ella- con esos ojos como agua siempre brillantes y a punto de llover, se miró corriendo detrás de una pelota, capitaneando a sus compañeros de grupo, cursaba el segundo año de primaria: siempre organizando a la pandilla para los juegos en el patio de escuela, revisando las tareas, tomando lecturas, limpiando el salón. Siempre impecable, con la moña recogiendo un blondo pelo, el primoroso vestido en color esmeralda, la blusita blanca, las calcetas impecables como la nieve- Sonrío para sus adentros,¿ porque reclamaba tanto ahora instalada en su séptimo piso?. Su vida era apacible, casi un cuento de hadas. Sabe que no tiene que entregar cuentas a nadie, posee los medios para viajar, comprar, pasear, invertir en calzado de buena calidad y ahora en terapias de toda índole. Se recostó en el sillón y revivió uno a uno los acontecimientos de este año que estaba desfalleciendo, primero el duelo de ese tardío amor que la había regresado a su adolescencia, que despertó en ella la mujer sensual, terrenal y sanguínea, ahhh no cabe duda que Dios le había concedido un gran deseo -volverse a enamorar-, tener una ilusión, mirar las cosas ligeras y bonitas, este amor lo hizo posible, en esos tres años que ella se entregó a la relación todo había sido delicioso, como un pastelillo que nunca te empalaga. Como esa bebida que apendeja sin emborracharte total, y que necesitas cada día para volar. ahora podía ver con claridad todos y cada uno de sus regalos, ¿para qué había conocido a ese enamorado? había sido su gran maestro, le había enseñado su grandeza, su luminosidad, pero ante todo su amor propio. Esa maestría en relación de pareja fue una gran inversión en tiempo, dinero, energía, atenciones, cuidados, ella siempre -calentando el nido-. Ja ja ja, lo soltó cuando vio que no había nada más que hacer, se había gastado y ella estaba ciclada, necesitaba recuperarse: recurriendo a todo lo que tuvo a su alcance: las terapias, las flores de bach, los masajes, el tarot además de las charlas interminables con sus amigos y ¡qué bien le hicieron!

Luego vinieron los achaques: columna, estomago, arterias, venas varicosas, dolor en el pie y en los dientes: Al principio se aisló sintiendo que alguien le estaba castigando, y en su papel de víctima, salía lo indispensable, vino la depre, la apatía, su sinrazón de vivir. Toco fondo, el túnel obscuro no tenía final y ella quiso salir, volver a la luz, recuperar su fé en algo más grande que ella, en su chispa divina, y fueron muchos -los que afuera- que muchas manos le ofrecieron , y fueron muchos hombros,, ojos, abrazos que no permitieron que se hundiera, emergió de su marasmo poco a poco, dio pasitos, saltitos y zancadas, su gran amor manifiesto en las charlas con que pudo colaborar en una tienda esotérica, esas reuniones con seis u ocho almas le fueron devolviendo su gozo por existir, pudo comprobar que ella era única, que nadie más podría realizar ese estilo de enseñar, con juegos, historias, y moralejas. Festín de abrazos, sonrisas, consejos, proyectos, se sintió en familia, acogida, querida, reconocida. Claro que tenía vocación para incitar a sus oyentes para conocerse, valorarse, adentrarse, dejarse ayudar. En todo esto ha ido descubriendo al gran sanador que lleva adentro, que permanecía adormilado dentro de ella, -han sido sus dolores los que la motivan a sanar el alma para llegar al cuerpo-. Ese amigo cuerpo que la acompañado durante muchos años, al que ha espoleado, explotado, y descuidado….hoy por primera vez lo escucha y le prodiga tiempo, cuidados, revisiones, mejores alimentos, ejercicio, masaje. Aprende a reconectar con él, puede identificar inmediatamente cuando se desequilibra, al que agradece haberla contenido para cumplir su misión de vida. Agradece a sus hermosos ojos, sus pestañas, su boca, nariz, oídos, cintura, piernas, rodillas, muslos, codos, brazos, cuello, tórax, hombros, manos, uñas, todo en ella grita, ¡mírame aquí estoy! y eso es lo que más agradece a este año, el poder reconciliarse con su amado cuerpo, su cómplice, su vehículo, su aposento, su alegría y contento.



