Descubre cómo las heridas infantiles afectan tu vida

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Lise Bourbeau en su libro “las 5 heridas que impiden SER uno mismo” las clasifica así: rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia, en correspondencia  cada una se adjudica un tipo de máscara: al rechazo corresponde la del huidizo, al abandono el dependiente, a la humillación el masoquista, a la traición el controlador y a la injusticia la rigidez

Usamos máscaras porque deseamos protegernos en el momento que estamos percibiendo un hecho que juzgamos por ejemplo injusto, y tienen un efecto porque precisamente a través de estas es que los demás hacen la lectura de cuál es nuestra  herida que predomina. Cada una busca protección a través de una máscara, y cada máscara corresponde a un personaje caracterizado.

Cada vez que nos sentimos heridos es a nuestro ego a quien le gusta creer que alguien más y no nosotros, es culpable de que nos sintamos así, entonces buscamos a quien reprocharlo, incluso a nosotros mismos. Lo cierto es que no hay culpables más bien personas que sufren y lo importante es mirar con compasión a  esa parte humana  doliente. Bourbeau 2013

¿Y que son las heridas? Son huellas de dolor registradas en el sistema nervioso, en el cuerpo y en el alma, y se formaron a causa de una reacción específica ante el  “maltrato” recibido por figuras cuidadoras  importantes en la infancia.  Hay heridas de diferentes profundidades y se activan con palabras, gestos, formas de hablar, o bien ante actitudes que nos recuerdan dicho maltrato. Las heridas tienen una función: aprender acerca de esta herida para sanarla. Reconocerla  primero como una parte infantil  que sobre-reacciona ante un estímulo desencadenante de dolor  para posteriormente ayudarla a crecer y convertirla en adulta resiliente. Va haber entre las personas cercanas a nosotros algunas que   porten dichas heridas y  cuya función será el recordárnoslas. Nuestros padres son portadores casi siempre de nuestro mismo tipo de heridas. No siempre las heridas son causadas por los padres, están incluyen hermanos, amigos, profesores, compañeros de trabajo, primos etc. No son identificables a primera vista ya que muchas veces una herida cubre a  otra. Las heridas de la infancia no se sanan leyendo un libro, asistiendo a un retiro, en un intensivo o en un año de terapia, es paulatino el tiempo para aprender a quitarles las riendas de nuestra vida cuando llevamos años  permitiéndonos entrar en un bucle de desborde emocional que nos ha desestabilizado.

Vivir las experiencias una y otra vez hasta que podamos aceptarlas y amarnos a través de ellas, nuestra alma podrá alcanzar la felicidad plena cuando nuestro cuerpo mental, emocional y físico esté atento a nuestro Dios interior. Significa cuidar y nutrir a nuestro niño interior que es la  energía de nuestro mundo emocional. Rehusar a repetir: ignorar, abandonar, humillar, traicionar y ser injusto con  nuestro niño siguiendo los patrones hasta ahora repetidos. Pues todo lo que  hago conmigo también se lo hago   a mi niño, me quejo  de la traición y me la paso traicionándome.

Un niño sano aporta a nuestra vida alegría, intuición, creatividad, un niño insano, desconfianza, miedo, conductas destructivas. A veces vemos a mucha gente cumpliendo sus sueños, corriendo riesgos, atreviéndose a cruzar la puerta. ¿Cómo es que sí pueden? Hay una fuerza interna que las impulsa y es esa energía creativa, de exploración, de aventura que persuade a ir por más, pero que no está presente en muchísima gente que se bloquea, boicotea, paraliza debido a estas heridas no vistas ni atendidas.

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Más complicado aun cuando esas heridas son causadas por traumas donde fueron vulneradas nuestras partes más sensibles, creativas, abiertas a la intimidad, animadas, divertidas e inocentes. En el trauma el sistema del YO se averían, sus partes se polarizan y entran en guerra mutuamente. La auto-aversión convive y lucha con la pomposidad, la atención afectiva con el odio, la insensibilidad y la pasividad con la rabia y la agresividad. Estas partes extremas soportan la carga del trauma. Van der Kolk,M.D. 2015

Reparentar a nuestro niño interior significa darle lo que más necesitaba cuando estaba solo con su sufrimiento. Cada herida se fue formando por haber vivido en soledad momentos angustiantes, difíciles, dolorosos en los cuales no tuvo a quien recurrir para consolarlo, darle protección, confianza, seguridad, es ir a encontrarlo para  resarcir los daños por ese dolor no expresado.

Nuestro gran reto de crecimiento es reconciliar al niño con sus diferentes facetas con sus necesidades, con su dolor pero también así con el placer, el gozo, la curiosidad y la aventura.

Es importante dar atención y tratamiento a nuestro yo lastimado para devolverle la confianza en los demás, el amor propio, el cuidado de sí mismo, actitudes constructivas pero más que nada su alegría de vivir.

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