Repercusiones de la inmadurez emocional en la crianza y desarrollo infantil

Padres emocionalmente inmaduros tienen una determinada y especial forma de relacionarse pues temen, rechazan y ponen freno a la intimidad emocional: son egocéntricos, negligentes, incoherentes y ciegos ante las necesidades de sus hijos. Con una pobre estructura emocional ya que se experimentan nulos en sus competencias paterno-filiales.
Existen creencias arraigadas respecto al perfil de personalidad deseable en quienes han tenido la dicha de convertirse en padres, obviamente corresponden a estereotipos sociales que otorgan una desproporcionada estatura moral a la casi totalidad de los mismos: designándolos como seres incuestionables pues es casi un requisito el que cuenten con atributos tales como: ser preparados, reflexivos, conscientes, estables y responsables y en consecuencia que actúen de buena fe, que estén conscientes de todo lo que dicen y hacen y que su experiencia los hace más capaces y sabios. Lo cierto es que obtener el título de padre o madre no contribuye de manera automática a convertirles en personas maduras, más bien crea la expectativa de que al adquirir mayores responsabilidades como lo es el formar una familia, estos mismos inician un camino hacia la sabiduría. Y la forma de ejercer la paternidad es un atributo que nadie va a venir a medir. ¿Que sucede cuando muchos progenitores carecen de herramientas para comunicarse?, o no han aprendido a llevarse bien y responder adecuadamente?, tampoco a dar soporte, estructura y contención a sus hijos?. ¿Cómo saber si están siendo responsables y efectivos en el rol tan importante de criar y educar a sus hijos? ¿Como identificamos a este tipo de papás?



Este tipo de progenitores se ponen agresivos y a la defensiva ante opiniones diferentes, se cierran a nuevas ideas, pocas veces se disculpan, jamás agachan la cabeza, tienen opiniones rígidas, obstinadas, y alternan con actitudes impulsivas, cuentan con poca tolerancia al estrés, culpan a los demás de sus errores. Los demás deberán calmarles su malestar cediendo a sus caprichos, aliándose entre sí para toman los caminos más fáciles. Asumen que todos deben profesar sus mismas creencias, de tal forma que si no estás a favor entonces eres un enemigo, son egocéntricos, viven pendientes de sí mismos, siempre en guardia, no soportan que se les critique, muchas veces narcisistas, auto referenciales, irreflexivos, buscan reiteradamente ser el centro de atención.
Son el típico padre chantajista que se la pasan echando en cara a los hijos el no estar satisfechos nunca teniendo tanto.
Mantienen cerrada la puerta al contacto emocional, dando pie a que personas a su alrededor se experimenten separados porque no se siente su presencia aunque estén presentes. Ante este paulatino y reiterado rechazo parental, en consecuencia sobreviene de parte de los hijos la desconfianza, el desmerecimiento y el refugio en la soledad. Desde muy temprana edad aprenden a mirar las relaciones afectivas como una trampa, donde solo hay cargas y exigencias. Pasan el tiempo esforzándose exageradamente para cumplir con las necesidades ajenas Quieren ser lo más importante para alguien, son ayudadores, se hacen mayores de prisa, saltan prematuramente a la adultez. Se creen indignos de recibir, se piensan egoístas por pedir más de la vida. Hombres no reconocidos ni vistos, les cuesta creer que alguien les quiera por sí mismos, No dan validez a los instintos, tampoco a lo que sienten. Creen que es tarea suya hacer que funcionen las relaciones.
Todos necesitamos a alguien a quien acudir en situaciones de amenaza, o bien ante lo bueno, bonito e inesperado para recibir consuelo o compartir lo gozoso, alguien que muestre un interés sincero a lo que sentimos, Para lograr una vida emocional equilibrada necesitamos cerca a personas en las que se puede confiar, pues la seguridad reside en aquello que nos es familiar.
Ser maduro emocionalmente requiere un trabajo intenso de autoconocimiento, de haber desaprendido muchos patrones del pasado, saber dejar de reaccionar ante los sucesos como lo aprendimos de niños y si dar cabida a la sensatez y la prudencia. Cuando sabemos nuestro valor verdadero no permitimos que otros vengan a burlarse, hacer ironía o escarnio, no nos vamos a enganchar con el maltrato, estamos dispuestos a decir lo que nos enfada, cuando surgen conflictos tomamos la iniciativa para hallar soluciones, se busca entender los puntos de vista diferentes, se promueve una relación cálida y afectuosa, aceptamos y comprendemos los sentimientos ajenos, no tenemos miedo de nuestras emociones, podemos dar y recibir consuelo, aliviamos el estrés con sentido del humor, somos realistas y confiables, sabemos respetar el espacio de los demás. Tenemos empatía y receptividad, no nos estamos justificando, si nos equivocamos pedimos disculpas y buscamos enmendarnos.

A mi parecer todos tenemos rasgos de inmadurez, algunos evidentes y otros un tanto escondidos, podemos ser muy maduros para gestionar nuestra vida familiar y no así en la selección de nuestras amistades, o bien en la toma de decisiones, no siendo tampoco la forma de gastar el dinero, en una palabra me estoy refiriendo a que la madurez no siempre abarca la totalidad de lo que somos y a ratos aparecer desdibujada en cuestiones determinantes de nuestra existencia. No es un valor social que se mida en concomitancia con nuestros éxitos y fracasos.
Me ha tocado más de una vez lidiar con personajes inmaduros y tengo la impresión de que alguien les hizo creer que no madurar les confiere una personalidad juvenil y moderna además de aparentar jovialidad y despreocupación, también es observable el hecho de que representan una mayoría, quizá es una creencia errónea acerca de la relación que mantenemos con nuestro niño interior . Yo misma me he observado haciendo berrinches cuando las personas exageran, desestiman, se burlan o reaccionan simplemente diferente a como me hubiera gustado. Lo mejor es observar a los demás sin crear expectativas de ninguna índole, y si somos conscientes de querer aceptarles, tomando sí lo que ellos ofrecen invita a gozar de eso que si hay, a sabiendas de que para cada necesidad hay un tipo de amigo. Hacer parvada con personas afines a nosotros en las formas de crear vínculos, es una tarea de toda una vida y que finalmente nos mete en la disyuntiva de que muchos serán llamados y poco los elegidos. No todo amigo, hermano o compañero sabe escuchar, . Hay personas con quienes la pasamos muy bien porque son chispeantes y divertidas. Hay seres que prefieren la hondura, no tienen miedo a mostrarse y sobrellevan muy bien lo profundo.
«Los hijos de padres emocionalmente inmaduros sienten confusión y culpa por tener necesidades no satisfechas .Estos niños aprenden muy pronto a anteponer sus necesidades pues desde siempre estos van en 2º lugar, postergando sus gratificaciones, no deseando incomodar a los demás con sus necesidades, intentando agradar para recibir atención afectuosa». Lindsay C. Gibson
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- Como recuperarse del rechazo y abandono de los padres/padres inmaduros/audiolibro en español YouTube jul 2023 ↩︎
